- Madre, en la puerta hay un niño
más hermoso que el sol bello,
yo digo que tendrá frío,
porque el pobre viene en cueros.
- Pues dile que entre
y se calentará,
porque en esta tierra
ya no hay caridad,
porque en esta tierra
ya no hay caridad.
Entró el Niño y se sentó
y, apenas se calentaba,
le pregunta la señora
de qué tierra y de qué patria.
- Mi padre del Cielo,
mi madre también.
Yo bajé a la Tierra
para padecer,
yo bajé a la Tierra
para padecer.
- Hazle la cama a este niño
en la alcoba y con primor.
- No me la haga usted, señora,
que mi cama es un rincón.
Mi cama es el suelo
desde que nací
y, hasta que me muera,
ha de ser así,
y, hasta que me muera,
ha de ser así.
Estando cenando el Niño,
las lágrimas se le caen.
- Dime, niño, ¿por qué lloras?
- Que me acuerdo de mi madre.
Mi madre de pena
no podrá comer
si no la consuela
señor San José,
si no la consuela
señor San José.
A otro día por la mañana,
el Niño se levantó
diciéndole a la patrona
que se quedara con Dios,
que se iba al templo
que esa era su casa,
donde vamos todos
a dar alabanzas.
donde vamos todos
a dar alabanzas.
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